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Channel: historias – códigomujer
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el diablillo aprendiz

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disfrutaba exasperando a su tía solterona, a base de besos, carantoñas y caricias.

era un adolescente seductor y se sentía capaz de derribar cualquier defensa femenina. inventaba mil excusas para obligar a su tía a entregarse a sus efusiones sentimentales; para él teñidas de sexo atrevido.

desde niño se “desmayaba” en su regazo ante sus regaños. entonces hacía pucheros y pedía perdón hasta que le perdonara. teatro encantador según ella lo adoraba.

a medida que crecía era más pedigüeño de besos y caricias. la tía se dejaba convencer y disfrutaba con los atrevimientos suyos.

besarlo en la boca, le pidió siendo niño y esa forma de cariño cada vez se hizo más osada.
la primera vez que separó los labios y tocó con la puntita de su lengua la de ella, se disculpó diciendo que quería aprender cómo se besaba. a ella le supo a gloria y se dejaba besar cada día.

este sobrino, que venía a su casa a estudiar porque no fue nunca al colegio, era su perdición.
desde bebé ella se lo apretaba a su pecho y disfrutaba poniéndolo a mamar en su seno yermo. el pequeño aprendió a succionar suavemente y dejar de llorar.

cada tanto ese sobrino fue deseando más intimidades y ella no ponía reparos como cuando metió su mano de niño grande dentro de sus bragas. Dijo que era por simple curiosidad.

ella se dejó inspeccionar mientras él recorría su geografía íntima. Hasta le propuso que ella hiciera lo mismo en la suya, pero eso fue más tarde.

a medida que crecía se volvía teatralmente más tímido para que ella le animara a no serlo.
un día él se acurrucó en su falda lamentando su ignorancia en cosas de mujeres. ella rió y desde esa tarde le hizo de profesora. fue entonces cuando él se atrevió a estimular inocentemente el sexo de ella, hasta que se hizo experto en una forma de hacer que consistía en que en el momento más interesante retiraba la mano sorprendido de las humedades. ella se aguantaba porque sentía vergüenza que su sexo explotara, por culpa de lo bien acariciado y que ella le felicitaba cada vez con voz entrecortada. entonces sucedió inesperadamente que su diablillo no se retiró, sabiendo muy bien lo que hacía, hasta que ella se deshizo en grititos y exclamaciones amorosas que se le vinieron a la boca sin haber aprendido nunca qué hacer al tener un orgasmo.

esa vez él la miraba gozar mientras no dejaba nada por hacerle hasta que ella puso fin muy turbada.
le llamó la atención, con voz queda y melosa, por ese atrevimiento que no debía volver a suceder.
un día que estaban leyendo en el sofá un libro de amor juvenil, él le enseñó su sexo
erecto y le pidió una explicación sobre cómo podía calmar esa tormenta que sentía por dentro.

ella entendió que habían llegado demasiado lejos pero tuvo que afrontar la realidad. Le animó a que se masturbara y él empezó hasta que de pronto cogió la mano de ella que hizo las delicias del niño joven. Hasta accedió a lamérselo, ante su insistencia de niño mandón, una vez.

Ella tuvo una charla con él y le explicó que ya no debían jugar más. él no se resignaba y la acribilló a porqués, pero aceptó por unos días la norma de su tía. un día se quedó a dormir en su casa y a media noche se le metió en la cama tembloroso de miedo por una pesadilla.

ella se volvió a dormir hasta que la despertó la mano del niño en su sexo que acariciaba muy lentamente. se le quejó pero él le pidió silencio porque se estaba durmiendo. ella se dejó y él la masturbó sin descanso hasta sentirla gritar bajito.

entonces él la comió a besos mientras le rogaba dejarla penetrar para aprender cómo se hacía el amor.
ella le dejó colocarse encima y cuando cogió su sexo sintió que tenía colocado un preservativo.

cayó en la cuenta de la travesura pero estaba impaciente por enseñarle… y sobre todo por disfrutar de un orgasmo masculino.


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